Algunas veces pienso...

Algunas veces pienso...
Fotografía tomada por Gustavo L. Tarchini

domingo, 11 de mayo de 2008

ESBOZO DE UN FANTASMA


El sol comenzaba a levantarse en el horizonte. Las nubes iban tomando un suave color rosado ruborizándose por la tibieza de los rayos que acariciaban cálidamente sus bordes. Los sauces movían la melena perezosa y cadenciosamente al soplo de esa brisa fresca que preludia la aurora.
Permanecía laxa, apoyada en el césped aun húmedo por el rocío nocturno; en tanto, las estrellas se esfumaban en el cielo brindando los últimos chispazos estertóreos en inútil rebeldía, negándose a desaparecer. Jirones de mi aura se esfuman y se concentran en ondulantes dibujos de tonos pastel y me hacen sonreír.
La belleza y el silencio de la noche quebrado por el desafinado cri-cri de los grillos, estaba dando paso raudamente al majestuoso paisaje mañanero, la claridad avanza. La luz se intensifica minuto a minuto y los pájaros inician su coro de bienvenida al Astro Rey.
Solitaria espectadora del nacimiento del nuevo día, a la orilla del río, de mi amado río; vislumbro el agua, engañosamente mansa; la misma que esconde en su vientre remolinos y concavidades, atrapando en su seno a todos aquellos que se atreven a dudar de esa bravura. De rato en rato escucho chasquidos de peces que saltan y vuelven a hundirse en el lecho, poniendo chispas de plata en la superficie del agua.
Lejos, en la semipenumbra matinal se intuyen isletas grisáceas cubiertas de matas, que recuerdo de un intenso verde a la luz solar.
El hermoso paisaje de inmensa paz me hace feliz, la naturaleza se brinda en todo su esplendor y agradezco en silencio a Dios por la posibilidad de disfrutarlo. No hay mayor goce en mi espíritu que haber podido despojarme de la vestidura corporal en este sitio tan bello, mientras dejo para siempre la tierra que me vio nacer.
Los pies de pronto adquieren levedad, ya no siento el pastizal besándome los tobillos, el contorno de lo que fuera mi cuerpo se disuelve lánguidamente y comienzo a elevarme. Enredándome en la copa de un árbol, jugueteo formando serpentina alrededor de dos palomas que revolotean haciéndome cosquillas.
Por fin, mientras Santiago se despereza, me recuesto en la algodonosa nube que me sustenta, cobijándome en este viaje de eternidad.
Soy y no soy. Mixtura de nube y alma, de sentimientos y sentidos que se van evaporando. Fluyo hacia el infinito. ¿Dónde voy? ¿Hay trascendencia en la muerte – vida? Ahora tengo la respuesta. Solo que cada ser deberá encontrarla en el preciso instante en que deje de ser fantasma para transformarse en luz.


Magui Montero
Nota: Fotografía de Néstor Miño - Cristo Blanco del río - Ciudad de Santiago del Estero - Argentina

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Amo el mar

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fotografía tomada en la costa de Chile por Luis A. Gallardo Cortéz.