Algunas veces pienso...

Algunas veces pienso...
Fotografía tomada por Gustavo L. Tarchini

martes, 26 de agosto de 2008

Callejera

Atrevida y orgullosa,
lujosamente ataviada,
el pelo lánguido cae,
cual si fuese una cascada.

Sus pasos son de felino,
la figura es agraciada.
Sonríe con insolencia,
si le clavan la mirada.

La boca es fresa madura
Que se brinda con descaro
Contornea las caderas
Bajo el vestido ajustado.

Los hombres la compran caro,
Ella esconde su desprecio
Y se ríe a carcajadas
Si le discuten el precio

Nadie sabe aquel secreto
de angustia, miseria y rabia
cuando pasea por las calles
asqueada de piel prestada.

Ha transcurrido la noche,
la prostituta descansa.
En la casa un niño duerme
y su inocencia la cambia.


Magui Montero
NOTA: la imagen que ilustra esta poesía fue extraida de internet



viernes, 22 de agosto de 2008

NUESTRA ESTRELLA

Recordar, recordar… parece que fue hoy…
Siempre lo mismo!!! Había que pagar derecho de piso… Por fin había encontrado un trabajo razonablemente remunerado, pero tan lejos de la familia!!!
Desde hace varios meses que estaba en esta ciudad y me había resignado a no tener vacaciones. La Nochebuena hice guardia en el Sanatorio de 22,00 a 6,00 horas. ¿¿Y ahora?? ¿Que hago?? Sola.. ¡¡Ni loca pasaría el Año Nuevo brindando frente al televisor, y mirando el minúsculo arbolito de Navidad parpadear desde la mesita rinconera!
¡Ya sé! Me regalaré una noche distinta. Reservaré mesa en un lujoso restaurante con espectáculo, al menos estaré rodeada de gente, habrá música, cenaré bien… y todo será menos deprimente.
Y llegó el día 31 de diciembre… Listo!! Salí del trabajo, estoy desocupada. En unos minutos vendrá a buscarme el remisse. Miro por última vez la imagen que me devuelve el espejo. Si, este vestido de fiesta que me puse era el adecuado. Sugerente, marcaba un poco la figura y dejaba ver lo necesario. El maquillaje hizo su tarea y mis ojos resaltan y parecen más brillantes; un toque de perfume detrás de las orejas y en el nacimiento de los senos.
Ja ja, ja!! Estoy loca! Me preparé como si fuera a una cita de amor… pero me siento mejor, estoy bien!! … gastaré parte del aguinaldo; si no tengo vacaciones, al menos tendré la ilusión de que me sobra el dinero… Una noche como La Cenicienta.
Suena el timbre y me saca de los pensamientos, es el chofer… - Ya bajo!!!
Aquí estoy, todo es como lo había pensado; hermosa decoración, gente bulliciosa, buena música. Me siento una “Lady”, mientras saboreo el sorbo de champaña frío, con la copa en la mano, aprovecho para mirar a mi alrededor.
¡Qué tipazo el de la mesa cercana al jardín, y está solo! ¡Uy!! ¡Se dio cuenta que lo observaba! Está mirando y viene hacia aquí. ¡Qué papelón! ¡Glup!!
- Perdón por el atrevimiento, pero veo que está sola. ¿No quiere compartir la mesa y cenar conmigo? No piense nada extraño, las circunstancias me obligan a pasar esta Fiesta también solo, y pienso que a usted le sucede algo similar.
- Hum… bueno… no hay problema, muchas gracias por su ofrecimiento.
¡Que noche maravillosa! Champaña, comida deliciosa, confituras riquísimas… y el mejor regalo: una buena compañía en la cena.
- ¡Feliz Año Nuevo! – musitó en mi oído y me besó en la comisura de los labios, como al descuido. Yo sonreía mientras giraba en sus brazos al ritmo de la música, un poquito mareada por el efecto del alcohol y apoyé mi cabeza en su hombro.
Bailamos casi hasta el amanecer. Cuando la gente comenzó a retirarse, levantó dos copas y la botella de champaña, invitándome a seguirlo.
- ¿Te parece si antes de volver a nuestras vidas, hacemos un brindis a la orilla del río?
- Está bien, es una buena idea… la noche está preciosa.
Acodados en la costanera, mirábamos las luces desdibujándose con el amanecer. La brisa de la madrugada arremolinaba mi cabello y acariciaba su rostro, mientras bebíamos las últimas copas y se iban apagando las estrellas.
- Sabes? Tal vez nunca volvamos a vernos – me dijo luego de besarme apasionadamente – pero, mira esa estrella… estemos donde estemos, piensa que yo también la estoy mirando, no puedo darte más, tengo ataduras. Seré un tonto romántico, pero tampoco te pediré nada, es mejor así… No hay pasado, ni futuro, vivamos el presente; este momento perfecto…
Ha pasado el tiempo. La vorágine de la ciudad está en todo su esplendor, decorada en dorado verde y rojo, por la cercanía de las fiestas. Solo conozco su nombre, nunca lo volví a ver; sin embargo, veo en las noches claras esa estrella, y conservo la ilusión de que en algún lugar, está “él”. Quizás, ciertas veces cuando mira el cielo estrellado, aun se acuerda de mí...
Magui Montero

sábado, 16 de agosto de 2008

VOLVER DEL INFIERNO

Dedicado a todos los que luchan por salir de su propio infierno.
Es el momento de hacer una evaluación. Sí, como cada etapa, cuando está cerrando el ciclo del año viejo. Lo que pensaba, iba más allá de lo que podía analizar en cada período que transcurría.
Estaba decidido a desenterrar recuerdos tristes, que venían de antaño; desde la adolescencia. Un período mágico para muchos, aunque en mi caso había significado el inicio de la destrucción. Asados con los compañeros de escuela, salidas a bailar a los lugares de moda, todo parecía esplendoroso!! La fama, de chico “piola”, del que aguantaba un montón tomando alcohol, el que nunca se mareaba, jamás pasaba papelones de quedarse dormido o vomitar, como muchos amigos. Sabía comportarme, y parecía más maduro…
No negaré que veía aflicción en la cara de mis padres, cuando regresaba oliendo a vino o quien sabe que otra mezcla que me permitía ingerir. Las palabras repetidas, recomendaciones y hasta amenazas veladas, se reiteraban. Yo sonreía con suficiencia. Por supuesto!! Todavía tenían creencias de la enseñanza antigua, pero me sabía lo suficientemente adulto para controlarme.
Entré a trabajar en una fábrica, donde conocí a la mujer de la que me enamoré. Hermosa, dulce, con trinos de pájaro en la voz; sin embargo, y a pesar de todo lo que me daba, yo escapaba, cada vez con mayor frecuencia, con los amigos de la noche, en busca de placeres; marginalidad que trataba de esconder tras mentiras cada vez menos convincentes. Ella fue apagando su brillante mirada, tras los párpados caídos y su cabeza inclinada, cada ver que mi regreso tambaleante la acechaba.
Pasó el tiempo, la redondez de su vientre fertilizado desapareció tras la llegada de nuestro hijo.
Los silencios elocuentes cada vez que la cacheteaba sin un porqué al término de mis bacanales, fueron creando un abismo mayor, hasta que se esfumó de mi lado, tan silenciosamente como había permanecido, llevándose con ella al niño. En mi egoísmo, terminé por convencerme que no me amaba, que se había cansado y era una desagradecida!
Como una película de imágenes vertiginosas, mi vida pasaba en recuerdos hilvanados poco a poco. Tuve problemas en el trabajo, y terminaron por cancelarme el contrato, “solo” porque algunas veces llegaba más tarde de lo habitual; exagerada medida - conforme a mi criterio - pues no se tuvo en cuenta mis largos años en la empresa,
Empecé a malvender muebles de la casa, que no consideraba imprescindibles, para seguirme manteniendo. Había días en que me quedaba en la cama mirando hacia el techo, sin ganas de comer. Los amigos que encontraba accidentalmente rehuían de mi presencia, aunque siempre me daban unos pesos para que tuviese con que alimentarme. Hallaba en sus ojos tristeza, donde antes percibiese la admiración.
La mala suerte, parecía perseguirme. Cada momento sentía que la vorágine de las circunstancias me iba tragando. Una noche, me tiré en el revoltijo de sábanas y frazadas, casi inconsciente luego de haber gastado las últimas monedas en alcohol. Tenía una poco clara imagen de la expresión de aprensión del quiosquero cuando puso en una botella vacía, un resto de vino, pues no alcanzaba para más y la tapó con un corcho viejo…
No recuerdo cuanto tiempo pasó… abrí los ojos, y desde la cama, intenté alcanzar la botella. Estaba despierto, acuciado por el deseo, me dolía el estómago, la sed corroía por dentro. Miré mis manos, temblaban descontroladamente, sabía que debía beber un solo sorbo para que todo se calmara. Me estiré, tomé la botella sucia de tierra, quería destaparla. No tenía fuerzas para sacar el corcho, y una terrible ira se apoderó de mí. Golpeé el pico contra el piso hasta que se quebró. Lo llevé con avidez hacia la boca, y un dolor quemante surgió en mis labios. Sangre y vino, vino y sangre.
Asustado, estrellé la botella en la pared y quedé quieto mientras sentía deslizarse por la comisura el tibio líquido que provenía de mi cuerpo. Ese fue el momento en que enfrenté la realidad. Temblaba, aterrorizado por lo que me golpeaba como un mazazo! Tomé conciencia. Ese no era yo, era un títere que se había dejado tragar por las oscuras fuerzas de la tentación y había perdido todo… Necesitaba ayuda, aunque no sabía si alguien me la daría, estaba enfermo; enfermo de cuerpo y alma. Miré los restos de lo que fuera mi hogar. Mugre maloliente lo cubría todo, sillas caídas, ropas por doquier.
Me arrastré hasta el baño; el reflejo de un ser desconocido, barbudo, pelo enmarañado, ojos inyectados en sangre, miraba desde el espejo. El dolor quemante del estómago se agudizaba, pero no le hice caso. Abrí la ducha y me metí debajo. No sé que sucedió, necesitaba sentirme limpio. Me bañé, afeité, salí desnudo chorreando agua, limpie los restos miserables que me rodeaban. Lavé platos y saqué las sábanas de la cama. Era un fantasma, apenas la sombra del hombre que recordaba haber sido.
Tiraba papeles y diarios viejos, hasta que tropecé con un panfleto que alguien había olvidado quien sabe cuando en la mesa. Decía Alcohólicos Anónimos y una dirección. Miré el reloj de la cocina, que milagrosamente funcionaba aun. Faltaba media hora para el inicio de esa reunión… ¿Habría alguien que hubiese pasado por situaciones como la mía? ¿Me entenderían, o juzgarían y despreciarían por lo que había hecho? No lo sabía, pero debía terminar con esto, y no tenía donde más recurrir. Mis padres hacía muchos años que estaban muertos; a mi mujer y mi hijo los había perdido, los amigos se esfumaron por los resquicios de mis errores.
Me encaminé hacia el lugar indicado; temblaba de miedo y vergüenza. Cada paso que daba aguijones de dolor me acuchillaban en el vientre, y la sed seguía creciendo dentro de mí. La puerta estaba entreabierta, sillas de madera puestas en fila y una veintena de personas sentadas, de todas las edades y ambos sexos. Un hombre viejo les hablaba, cuando reparó en mi llegada. Caminó a mi encuentro, mientras tendía su mano y dijo: “bienvenido, hermano”.
Ha pasado más de un año. He aprendido que soy un enfermo… que debo saber vivir con mis miedos. He tropezado, caí, pero supe levantarme y continuar. Conocí seres con historias de vida peores que la mía y hoy son personas que apuestan al futuro. Ahora nuevamente trabajo, tengo un hogar humilde y decente.
En las mañanas no pienso en pasar todo el día sin beber, me enseñaron a ponerme pautas de: solo la próxima hora; y el día transcurre en la sucesión de horas con esa meta. Para darme fuerzas y no caer en la tentación rezo mentalmente la consigna que aprendí con mis nuevos amigos; los que comprendieron y supieron ponerme el hombro, porque también volvieron del infierno. La llaman “Oración de la Serenidad”, son palabras de San Francisco de Asís. “Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia.”
Esta noche se celebra la llegada del Año Nuevo. No estoy solo, siento el cálido abrazo fraterno de alguien que como yo es un enfermo, y convivimos con ello. Levanto mi copa para el brindis, tiene jugo de naranjas. Jamás algo fue tan dulce! Ha transcurrido una hora más; y aun estoy sobrio.


Magui Montero

NOTA: Imagen extraída de internet

miércoles, 13 de agosto de 2008

ELEGIA PARA UN SUICIDIO FRUSTRADO

A mi amigo John Médico Salcedo

Pensar… analizar y decidir…
Tanto tiempo erguida! Diferentes razones fisuraron la pétrea estampa que la gente veía, sin percibir que se trataba de una fachada creada a tal efecto; pero la obra teatral estaba llegando al final, la urdiembre que lograra tejer Silvia, ahora mostraba sus agujeros aquí y allá. Marcas de resentimiento silencioso, dolor, rencores escondidos y soledad habían hecho mella.
Del mismo modo, sabía, porque no era tonta, que existían hechos que estaba en condiciones de catalogar o juzgarlos como “sus triunfos”. Más bien eran pequeñas conquistas y satisfacciones personales, que quizás hubiesen pasado desapercibidas tanto para allegados como gente extraña, pero significaban nutrir el ego con la dosis necesaria de esa droga que alimenta la estupidez del orgullo humano, aunque personalmente, no se llamaba al engaño.
Luego de meditar la situación a la luz de una crisis por la que pasaba, decidió que su vida no era necesaria; poco y nada su presencia – o ausencia – modificaría o afectaría la vida de otros. Cada uno construía el propio camino como mejor lo consideraba, o como podía… quizás incluso, estaba en condiciones de solucionar muchos inconvenientes si simplemente se esfumaba de la vida terrenal, y por fin acabaría todo. No más problemas ni molestar a nadie. No demostrar a diario que era una mujer que trataba de hacer las cosas bien y honradamente; - o al menos nunca se enteraría de los comentarios mal intencionados y de las elucubraciones de aquellos que conseguían trepar sobre los restos del decente – estaba diciendo basta!! De la mejor forma que se le ocurría; si no podía ser feliz, al menos conseguiría que los que estaban detrás de si lo fueran, o eso era lo que intentaba…
Y lo decidió…, tranquila, muy tranquila después de largo tiempo. Escribió dos cartas, donde explicaba razones, dejaba paz sobre la conciencia de aquellos que le importaban. Se bañó y perfumó, eligió un lindo camisón, llevó las cápsulas y la botella de whisky con el vaso, que acomodó cuidadosamente en la mesa de luz.
Miró la hora, era demasiado temprano, alguien podría llamar o golpear la puerta y sospecharía que las cosas no estaban bien; mejor esperar el momento de dormir…
Encendió la computadora y puso música suave. María Marta Serra Lima le regalaba “A mi manera”, tema que le trajo recuerdos, pero los desechó de inmediato. Sin embargo las palabras también reflejaban su historia.
Finalmente, decidió curiosear en Internet, dejar que transcurrieran los minutos. Las caritas de los contactos estaban grisadas, dormidas, nadie conectado… y aun faltaba media hora para la medianoche. Estaba por apagarla cuando una de ellas se coloreó de anaranjado y sonrió…
A un lado del icono se leía “Andree - Deco” y se esforzó por recordar de quién se trataba. Buscó por un momento en su memoria. Era un tímido jovencito del Perú con el que conversaba algunos días, le gustaba jugar fútbol y estaba enamorado de una chica de Buenos Aires.
Cliqueó sobre la imagen y le dijo hola! De inmediato, él respondió y hablaron un rato: también estaba triste por algún motivo.
Cuando puso nuevamente los ojos sobre el reloj, marcaba las 00,30 a.m. y se despidió de Deco.
- Hasta mañana, amiga.
- Adiós Deco.
- ¿Cómo adiós?? No entrarás mañana?
- No, no entraré.
- Espera… que pasa?
- Nada, no sucede nada, adiós.
Silvia apagó la computadora, y se fue a la cama, sacó las píldoras del blister, y las ordenó prolijamente. Puso la bebida de ambarino color en el vaso, se sentó en la cama y apagó la luz. La luna daba un tenue color celeste a la habitación cubriéndola de paz, cuando tomó las primeras dos cápsulas y un sorbo de la bebida. Respiró hondo, tenía tiempo… lo iría haciendo poco a poco. Levantó otras dos cápsulas, cuando el sonido del teléfono la sobresaltó.
¿Qué sucedía? ¿quién podía ser? A esta hora solo la llamarían si hubiese algún problema… Levantó el tubo,…sonido de ocupado. Seguramente alguien se había equivocado de número; pero nuevamente sonó…
- Hola, quien habla?
- Soy yo, Deco. No lo hagas amiga!! Sé lo que estás intentando, te lo ruego no lo hagas!
La sorpresa la dejó callada un instante, mientras pensaba… como podía saber el número? ¿Cómo intuía lo que intentaba hacer? ¿Por qué se había comunicado con ella?
El muchacho no dejaba de hablar, decía que debía seguir adelante, que la vida era bonita y no importaba lo que tuviera que afrontar. Las palabras le salían a borbotones, trataba de calmarla y darle fuerzas. Conversaron durante muchos minutos, hasta que le arrancó una promesa…
- Quédate tranquilo, no lo haré. Mañana conversaremos. Gracias por tus palabras, yo también te quiero mucho, amigo…
Ha pasado el tiempo, Silvia sigue fluctuando entre buenos y malos instantes, pero este incidente le dejó una enseñanza…
Nadie está tan solo como para que no le importes a alguien, todos tienen momentos difíciles. La vida es un largo y escabroso sendero, pero siempre merece la pena transitarlo (*).
Si no quedan esperanzas, fe y sueños, igualmente hay motivos para seguir; aunque más no sea tenderle una mano al amigo, a ese que en algún instante puede estar dirigiéndose hacia el abismo; lugar del que ella pudo escapar, porque hubo quién la volviera al camino.

(*) “La vida tiene sentido y vale la pena siempre de ser vivida” Víctor E. Frankl
NOTA: La imagen que ilustra el cuento fue extraída de internet

Magui Montero

miércoles, 6 de agosto de 2008

ARRANCARSE EL CORAZÓN

Ya estaba hecho. Todos los momentos felices y los recuerdos bonitos, los había destruido en un solo instante que no duró más de veinte minutos.
Ahora estaba satisfecha. Se había arrancado el corazón de un solo tirón y en el lugar quedaba un cuenco vacío.
Rondaban en su cabeza los versos de aquel viejo tema “ódiame” que reflejaban palmariamente lo que su sensibilidad gritaba “…odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido.” Simplemente había precipitado los acontecimientos.
Pertenecían a mundos distintos, ciudades diferentes y el azar los reunió enlazando de forma extraña sus vidas. Desde que se enamoraron, se habían amado durante casi dos años y la distancia solo lograba acrecentar los sentimientos que tenía por ese hombre-niño. El amor los desbordaba en los pocos días en que podían encontrarse y cada separación significaba un nuevo suplicio para ambos. Luis fue el bálsamo que curara su maltrecho espíritu en los días más difíciles que le tocó atravesar. Tan dulce, protector; con algunos miedos, pero inmensamente maduro en la plenitud de su juventud.
Ella? Exactamente al revés; terca, orgullosa, aunque igualmente temerosa de lo que la obligada lejanía física, pudiese hacer con ese amor tan extraño y silencioso a causa de las trabas que imponía la diferencia de edad y una despiadada sociedad pueblerina.
El paso del tiempo hizo mella en la soledad de ambos, que habían luchado contra eso. Eliza se volvió absorbente y desconfiada. Luis era joven, su sangre corría demasiado rápido. Finalmente, el amor escapó tras una mujer cercana a él, que le brindaba calor y pasión en el instante que lo deseara, sin esperas ni postergaciones. Sin embargo, internamente necesitaba de su primer amor, como una droga a la que volvía una y otra vez.
La mujer madura lo supo; sin que le dijera una sola palabra, se dio cuenta del cambio. La experiencia que guardaba dentro de sí, le permitía obtener respuestas durante las conversaciones que seguían sosteniendo a través del teléfono, aunque él se obstinara en negarlo y ella se hiciera la desentendida.
Inicialmente Eliza lloró mucho, dolía profundamente; había jurado conservar ese amor, aunque para ello tuviera que esconderse, humillarse o perder su dignidad, pues lo amaba demasiado. Cuando estuvo al borde de la desesperación, en lugar de buscar refugio en sus fuertes brazos y aferrarse a él, optó por viajar muy lejos; necesitaba un poco de paz para aclarar sus pensamientos y tomar una decisión, sin la presión de los llamados telefónicos y la locura de ese sentimiento tan fuerte que rayaba en lo indecente, borrando en ella cualquier viso de decoro o mesura.
Pasó un largo mes… regresó y se encontró nuevamente con frases cálidas y afectuosas, con su requerimiento de siempre, pero ella ya estaba decidida. Trocó la dulzura por acíbar y se comunicó con Luis.
Las palabras duras, hirientes y ofensivas fueron su arma; sabía que él nunca hubiese esperado algo así, pues siempre la relación transcurrió sin problemas.
Quien hablaba no era la mujer que Luis conocía; la agresividad y el sarcasmo en las expresiones sorprendieron y lastimaron profundamente al joven. Optó por retirarse de la conversación anonadado, persuadido de que era distinta a lo que suponía,…había sido un iluso.
Terminado el diálogo, Eliza suspiró; lágrimas amargas surcaban el rostro; pudo lograr hacerlo. Luis la odiaría para siempre… pero construiría su futuro sin lastres; la pesada cadena del amor lejano no estaría poniendo dudas dentro suyo, porque rechazaría su recuerdo.
Eliza, que íntimamente lo quería solo para si, que lo amaba más que a la vida, renunciaba a ese Amor, para que él pudiese ser feliz.
Por propia elección, quedaría como un triste remedo de la mujer de Lot, convertida en estatua de sal; por haberse atrevido a volver la vista hacia donde no debía; por ansiar nutrirse de la juventud de Luis que la había llevado a beberse los vientos como una adolescente. Ahora debía pagar por su osadía; era el precio que la vida le cobraba a cambio de dos años de buen amor.
Cuando se sacó el corazón del pecho, Eliza vio con sorpresa que manaba lentamente, dorada y cristalina miel desde el lugar lacerado en su lado izquierdo. La dulzura de Luis había dejado su huella para siempre, aunque se quedara irremediablemente sola.
Aprendería a vivir así, alimentándose del maravilloso AMOR que permanecería endulzando con su recuerdo, la soledad definitiva de Eliza.

Magui Montero
NOTA: Imagen extraída de internet

domingo, 3 de agosto de 2008

Adios

Mordí tus labios jugosos,
con hambre desenfrenada,
y el deseo dejó impronta,
jalándome hacia la nada

Cada encuentro enloquecía,
cada cita desgarraba.
Tenías prohibido quererme
yo te enlodo y tú me manchas.

Me vestiste de ilusiones
y desnudaste mis ansias.
¡Qué fácil te fue tenerme
Que difícil fue tu marcha!

Magui Montero

Amo el mar

Amo el mar
fotografía tomada en la costa de Chile por Luis A. Gallardo Cortéz.