Algunas veces pienso...

Algunas veces pienso...
Fotografía tomada por Gustavo L. Tarchini

martes, 14 de octubre de 2008

CONFESIÓN

Autor: Enrique Santos Discépolo
Intérpretes: Andrés Calamaro - Enrique Bunbury


Década del 30, la pequeña adolescente de blondos cabellos y ojos turquesa, cumplía con su rito. Como todas las tardes puntualmente, a las 17,00 abría el balcón del comedor y se paraba allí. Sueño de adolescencia, a la hora que las comadres tomaban mate con bollitos dulces,
Esperaba ver al moreno que cortésmente se tocaba el borde del sombrero, cuando pasaba por la vereda del frente y le dedicaba una sonrisa.
Así corrieron los meses, mientras la niña aguardaba al joven de sonrisa seductora, hasta que llegara la ansiada fiesta; el acontecimiento social de gala al que anualmente concurrían las niñas de sociedad, acompañadas por sus padres. Los jóvenes aprovechaban la oportunidad para bailar y elegir a la mujer que al paso del tiempo podría llegar a ser su esposa, si contaba con la aprobación familiar.
Josefina preparó para la fiesta un vestido de celeste intenso que hacia resaltar su piel rosada, los ojos parecían brillar más aun, cepilló el cabello arreglándolo con una sencilla cinta de raso y lo dejó caer suelto sobre la espalda, finalmente se perfumó con agua de azahar. Sonreía cuando partió junto al grupo familiar rumbo al evento. Subió las escaleras del salón, teniendo especial cuidado de no pisar el borde del vestido y arruinarlo. Estaba nerviosa, era su primera fiesta, había venido preparándose durante mucho tiempo; con ayuda de los hermanos aprendió en la intimidad del hogar unos pasos de vals y tango que la ayudarían a salir airosa de la prueba.
El salón parecía una colmena por su actividad, la orquesta en vivo interpretaba música selecta y las mesas estaban repletas de comidas sabrosas.
Josefina sintió una mirada posada en ella. Desde la distancia los ojos del joven moreno la observaban con intensidad. Se inició el momento del baile, un hermano la tomó de la mano, conduciéndola hacia la pista, bailaron por un rato y volvieron a sentarse. Su madre la reprendió afectuosamente –Niña, un poco más de recato! La gente comentará, al ver tanta sonrisa…
Pocos minutos más tarde se acercó el dueño de sus sueños y con respeto se dirigió a su madre –Disculpe señora, sería tan amable de permitirme bailar con Josefina? La dama sonrió forzadamente y respondió: sí caballero, pero solo dos piezas, es demasiado joven aun para bailar tanto.
La orquesta interpretó dos tangos. Mientras la tenía enlazada por el talle, le susurró: Josefina, me gustas mucho, estás hermosa. La muchacha sintió que el rubor cubría su rostro, no respondió, las rodillas le temblaban. Volvieron a la mesa, dijo muchas gracias y se sentó.
Su hermana mayor se veía enojada, y ella no sabía el motivo. ¿Acaso se había comportado imprudentemente? No lo creía, pero el resto de la noche habló poco hasta la hora de regresar.
El domingo, como todas las tardes, se dirigió presurosa al balcón, pero la detuvo la voz del padre a sus espaldas. ¡No quiero que vuelvas a estar en el balcón! Anoche me dijeron que te miraba en el baile ese “negro”, que se atrevió a bailar contigo. No permitiré que mi hija se enrede con un criollo, menos aun porque es de familia pobre. Debes pensar en buscar el hombre adecuado, un gringo que te haga feliz y te brinde todo lo que corresponde.
Josefina bajó la cabeza, se retiró a la habitación, esforzándose por contener el llanto.
Pasó el tiempo, los hermanos se fueron casando, ella continuaba sus días en la vieja casona, aprendió a cocinar y ser anfitriona en reuniones familiares, cuando sus padres ya no estuvieron. Todos la oían cantar muy bajito algunos tangos mientras diligentemente hacía las tareas de la casa. Había dos que eran sus preferidos “el pañuelito blanco” y “confesión”.
Cierta tarde, cuando yo era pequeña, tía Pepita se encontraba jugando con nosotros en el jardín. Un distinguido señor de cabellos blancos se acercó a la reja y le dijo, hola Josefina, estás tan hermosa como siempre, que sigas bien. Mi tía temblaba, ruborizada, los ojos claros cubiertos de lágrimas pugnando por salir, quedó mirándolo en silencio; mientras el caballero se tocaba el ala del sombrero como saludo y se alejaba.
Ella siguió soltera, rodeada del afecto de sus sobrinos, cocinando manjares sabrosos y prodigándose en mimos. Recuerdo haberla escuchado cantar esos dos tangos hasta que el día en que murió anciana, aun bella en su dignidad.

Magui Montero
Nota: Dedicado con todo mi cariño a mi tía Pepita.

9 comentarios:

Gizela dijo...

Ayyyyy!!!!
Lindo pero triste.
Me encantan los tiempos modernos.
Sí yo le dijera dicho a mi Stephani, que tenía prohibido asomarse al balcón...Se le ocurriera de todo, menos encerarse y aprender a cocinar jajaja
..Como debe ser.
Lindo cuento me encanta Magui
Besosssss

VANESSA dijo...

Hola Magui!!!

que tal reina como estas? me escanto su historia, ideal con el video verdad??

Un beso desde los madriles.

PD: a ti te permito lo que quieras jejejej

Magui Montero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Magui Montero dijo...

Hola Gizze: Lo que escribí no es un cuento, es algo que sucedió. Por supuesto, me tomé el atrevimiento (como siempre) de cambiar algunas cosas que no eran fundamentales para el relato. La protagonista existió; es una tía mayor que mi madre, que nos hizo pasar momentos muy felices a mis hermanos y a mi. La valoramos y amamos como a nuestra mamá, pues mis padres salían a trabajar, y ella siempre se ocupó de brindarnos todo su amor. Vivió junto a nosotros desde que eramos pequeñitos hasta el día que Dios eligió llevarla. Algo más sobre ella, está en este mismo blogg, en el relato "Aromas del adios a la niñez" que fuera publicado en mi primer libro.
Realmente es una suerte que las adolescentes actuales sean rebeldes, cosa que aplaudo cuando sirven para su crecimiento como ser humano, buscando realizarse como mujeres. Sin embargo, debemos ubicarnos en la época en que sucedieron estos hechos, cuando la figura paterna era tan fuerte que podía torcer los destinos de una vida con sus decisiones (equivocadas o no).
Besos grandotes!!!
Magui

Hola Vane! Gracias por tu comprensión! pues me sirvió para recuperar una historia que tenía guardada dentro de mi. Cuando ví el video, la imaginé de nuevo cantando por la casa como lo solía hacer.
Un abrazo inmenso!!!!!!!
Magui

Mirache dijo...

hola, pasaba por aqui, y no podia dejar de decirte que escribes como una reina...

menuda confesión...

besos

Magui Montero dijo...

Hola Carlos, muchas gracias por tus palabras!
Un abrazote!
Magui

Recomenzar dijo...

Bello tu escrito besos

Lil Smith dijo...

Magui..amorosamente triste esta historia =(

Pensar que hoy conversando con mi abuela tocamos ese tema con respecto a una señora amiga de ella...

Aun hoy pasan esas cosas.

Te dejo besos bella y feliz fin de semana

Magui Montero dijo...

Hola Mucha! Gracias por pasar, me alegra que te haya gustado.
Besitos.
Magui

Querida Shanti: Probablemente tu abuela conozca muchas historias como ésta. Es cierto que en ciertos lugares aun sucede; pero lo importante es que con el transcurrir de los años, las mujeres hemos aprendido a hacernos respetar en nuestras decisiones y elección de vida.
Un inmenso abrazo!!
Magui

Amo el mar

Amo el mar
fotografía tomada en la costa de Chile por Luis A. Gallardo Cortéz.