Algunas veces pienso...

Algunas veces pienso...
Fotografía tomada por Gustavo L. Tarchini

miércoles, 25 de junio de 2008

El espíritu del cambio

¿Cual es el momento exacto en que la vida cambia?
Cuando a través del tiempo las cosas se van dando de una manera suave, casi sutil, parece que nada puede mover las estructuras fuertes y de pronto el viento surge, con fuerza huracanada, sopla cada vez con mayor ímpetu; golpea arrasando lo que se construyó con paciencia y amor.
No hay forma de cubrirse, una se siente zarandeada y arrastrada, te golpea y te lastima. Tratas de refugiarte, pero nada parece seguro. Llega el momento en que te sientes superada por los golpes demoledores de ese torbellino. En ese instante como iluminada, solo piensas en una opción.
Volver a tus fuentes, a lo que ya creías olvidado, el único lugar posible donde sabes que encontrarás abrigo; partes desesperada buscando quien restañe tus heridas. Algo te dice: "vé hacia aquel que habías abandonado"- suponiendo que nunca más ibas a necesitar.
Vagas por las calles sin sabes exactamente el rumbo, pero intuyes que te espera con los brazos abiertos. Tropiezas, caes, pero continúas en tu desesperada búsqueda.
Encuentras un templo y está cerrado, te diriges a otro con igual resultado; cuando crees que ya no quedan esperanzas, encaminas tus pasos hacia el único que permanece esperando por tu llegada. Ingresas al atrio mientras una mujer solitaria te mira pasar y vuelve a su misión de vender periódicos; casi no reparas en ella, pues tienes demasiadas ansias de consuelo. El lugar está silencioso, finalmente llegaste.
De rodillas, con la cabeza inclinada, pides perdón por tus acciones, lloras y es como agua límpida que lava el corazón y las penas. Sientes el confortable abrigo de Jesús; su presencia calma y consuela, es un nuevo inicio donde puedes respirar mejor; aunque quede mucho por hacer. No es el final, se abre un camino que intuyes tiene tropiezos, pero percibes que estás en la senda correcta.
Te apoyas a través del vidrio en la imagen de la réplica del manto que lo cubrió. Él está de alguna forma allí; te protege, nunca se fue. Esperaba que lo necesitaras, abre sus brazos con ternura para ampararte. No puedes explicarte porque antes no pudiste ver los signos, los llamados. Quizás se necesitaba que recorrieras ese camino, para tener la fortaleza suficiente y no irte más de su lado, quizás las heridas que recibiste en tu largo andar fueron solo pruebas para demostrar tu lealtad, y en su infinito Amor, todo lo ve y todo lo perdona.
Definitivamente sabes que es el camino. Te debes liberar de todo aquello que te marcó profundamente y eso solo podrá lograrlo el tiempo.
La Navidad tiene un sentido especial para ti. Es el nacimiento del Niño Jesús, pero al mismo tiempo es un renacimiento tuyo, como mujer, como persona. Sabes que puedes hacerlo, sabes que puso una semilla de Amor en ti y definitivamente le perteneces. Estás empezando a caminar a su lado, las llagas de manos y pies fueron para que tuvieras un futuro limpio, calmo y feliz. Debes andar pocos pasos; los necesarios para no retirarte de esa senda hasta el fin; tener la fuerza suficiente para poder gritar Si! Es para siempre.

Magui Montero

Nota: Imagen del Cristo del Río a orillas del Río Dulce, Parque Aguirre - Ciudad de Santiago del Estero. Fotografía de Néstor Miño

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Amo el mar

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fotografía tomada en la costa de Chile por Luis A. Gallardo Cortéz.