Algunas veces pienso...

Algunas veces pienso...
Fotografía tomada por Gustavo L. Tarchini

martes, 15 de abril de 2008

QUERER O AMAR Y EL VERDADERO AMOR

Tantas veces uno se pregunta ¿qué es el amor? Lo piensa, lo escribe, lo analiza, lo vive o al menos creé que lo vive, cuando es confundido con la pasión, con el afecto o la amistad.
Siempre pensé en AMAR Y QUERER como sinónimos. Nunca había analizado las diferencias intrínsecas entre ambas, y la vida me enseñaba una lección que nada tenía que ver con la lingüística ni la gramática.
El nudo de todo partía del inmenso dolor que sentía y que me hacía suspirar como una adolescente, cuando ya no lo era.
Explico el QUERER como una etapa anterior al AMOR, o quizás el camino que puede recorrerse en su búsqueda. Es ansia de llegar al AMOR, tiene vinculación con anhelar algo que se puede o no obtener. Es más material, más humano, más cercano a las apetencias y deseos de posesión. Se puede querer sin llegar nunca a amar. El querer exige devolución; es hambriento de placer, atrapa, absorbe hasta que consigue lo que busca, y generalmente si no se transforma en AMOR, luego se diluye.
Los sueños del que ama naufragan en la playa del que quiere, hasta que se muere el deseo, el placer o la satisfacción, en la eterna búsqueda de algo mejor, más nuevo o adecuado. El que quiere no sufre, solo cambia de elemento, dejando de lado lo anterior y partiendo tras lo nuevo, lo desconocido.
Pensaba el “AMOR” como un sentimiento espiritual relacionado con lo estrictamente familiar, se ama a hijos, hermanos, padres, sobrinos, nietos y abuelos; algo ideal, como el amor a Dios, a tus cóngenes, al arte. Lo tenía presente bonito y puro, relacionado con la incipiente adolescencia, cuando creemos en la perfección de las cosas y se vincula con una mirada tierna, un bello paisaje, manos entrelazadas o algún poema mal escrito pero intenso.
Al pasar los años, fui convenciéndome de la inexistencia de eso que llamábamos AMOR entre un hombre y una mujer, llevado al plano de lo material. Asimilé que al tratarse de un sentimiento, significaba algo perfecto, ideal e insustancial; se intentaba alcanzarlo pero nunca se podía. El vínculo que enlazaba la pareja tenía mucho de cariño, tolerancia, costumbre y comodidad. La gente se contentaba siempre con lo más fácil de conseguir, solo quería. Escuchaba una y otra vez de infinidad de personas parecidas respuestas “…si, lo quiero, pero…” “si, aún estoy con ella, no?” “dije que sería hasta que la muerte nos separe” Las frases tenían mucho de resignación y poco de convencimiento.
Cuando alguien se animaba a romper lazos porque no encontró lo que buscaba como sinónimo del AMOR idealizado, podía oír distintos interrogantes “¿porqué se separaron, si se llevaban bien?” “¿él tenía otra persona?” “¿está con otra pareja?” Nunca se preguntaban si se habían amado alguna vez. Todo indicaba que la gente estaba junta por lo que yo definía como QUERER; sin embargo, el AMOR es dar, entregar todo; abrir el corazón sin mezquindad. Tener un paso delante de uno mismo al prójimo, sin egoísmos. El Amor no espera retribución ni recompensa; se construye.
En realidad a mi criterio el amor es una diversidad de varios sentimientos sumados; y en la primera etapa de una pareja, esa mixtura incluye también la sensualidad y sexualidad, como una de las formas de expresar la intensidad de emociones; es espíritu, unido a lo corpóreo.
Pensemos también en lo que algunas palabras intentan decirnos, con la libertad de separar su etimología o no, observemos el significado de “sentimiento”: senti – miento; por si misma nos dice que los sentidos mienten, y al profundizar en ello elaboramos mentalmente que lo físico, lo erógeno, generalmente es falso o pasajero y hay trascendencia en aquello que tiene belleza espiritual, como comprensión, compañerismo, amistad, tolerancia. Por si mismas y aisladamente tal vez no tengan fundamental importancia, pero adquieren relevancia cada una de ellas como elemento integrador del verdadero amor.
¿Existe el amor sin pasión? Hay dos respuestas posibles, y para muchos puritanos probablemente la respuesta sea si existe. Sin embargo, al escuchar las opiniones de ellos mismos, categóricamente deberían responder en forma negativa, pues aunque lo erógeno no sea parte del juego, se pone pasión en defender la Fe, la amistad, una opinión acerca de alguien a quien se le tiene afecto; y hasta cuando somos engañados y sufrimos deslealtad o mentira, ponemos pasión en negarnos a ver un ápice de maldad en lo que nos están demostrando al quebrantar la confianza depositada.
Sea verdad o mentira, seas ganador o perdedor en la eterna lucha de los sentimientos y los sentidos, siempre serás triunfador porque saldrás victorioso sobre lo trivial, lo chabacano, lo insignificante, al creer en el AMOR.
Probablemente te destruyan y despedacen ante los ojos del mundo, escuches a tus espaldas el carcajeo sarcástico y burlón de quienes se suponen mejores, los envidiosos, los vengativos y los que no comprenden; pero para aquellos en que lo espiritual está alejado de lo banal, siempre serás un ganador. Finalmente habrá vencido en su lucha el VERDADERO AMOR, aquel del cual muchos hablan pero pocos lo reconocen. Y allí volvemos al inicio…
¿Qué debe contener en si, para ser definido como AMOR? Creo que a todo lo expresado al principio hay que agregarle perdón, misericordia, sensibilidad, una enorme proporción de ternura, verdad, esperanza y calor humano.
Debemos aceptar que no somos ángeles, pero ello no puede impedirnos la elección de elevarnos espiritualmente, de intentar volar y soñar que podemos hacerlo. Es primordial en toda vida, la intención y la búsqueda; el camino se inicia QUERIENDO. Cuando más intrincada y difícil sea la senda; cuando ya no queden pinturas, mentiras, ni máscaras, el encuentro del AMOR llega a ser perfecto, porque siempre está dentro de cada persona la esperanza.
He descubierto que el AMOR puede existir, y conlleva en si mismo algo de alegría y mucho dolor, pero la plenitud de un sentimiento tan maravilloso, tan buscado y poco conocido; me hace reflexionar y acoger con felicidad este momento, aun después haberlo perdido; porque si solo hubiese querido, igualmente hoy lloraría, por no haber amado.

Magui Montero

Amo el mar

Amo el mar
fotografía tomada en la costa de Chile por Luis A. Gallardo Cortéz.