Son los dos extremos,
de mi sube y baja,
mis hijas mujeres,
las que me apuntalan.
Cada una en su estilo,
brisa o remolino,
bebiendo la vida,
hacen su destino.
Una que es muy alta,
y la otra pequeña,
una pura espuma,
y las dos risueñas.
En ellas me veo,
sangre de mi sangre,
quizás en el porte,
o el mirar llameante.
Son mis dos niñitas,
que se hicieron grandes,
dulces y temibles,
impulso y carácter.
A mis hijas Sandra y Silvina
Magui Montero
de mi sube y baja,
mis hijas mujeres,
las que me apuntalan.
Cada una en su estilo,
brisa o remolino,
bebiendo la vida,
hacen su destino.
Una que es muy alta,
y la otra pequeña,
una pura espuma,
y las dos risueñas.
En ellas me veo,
sangre de mi sangre,
quizás en el porte,
o el mirar llameante.
Son mis dos niñitas,
que se hicieron grandes,
dulces y temibles,
impulso y carácter.
A mis hijas Sandra y Silvina
Magui Montero
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